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En el mes de marzo de 2020 la rutina cambió en los centros hospitalarios del país debido a la propagación del nuevo coronavirus. Médicos, enfermeros, paramédicos, laboratoristas, todos ellos iniciaron un proceso para saber cómo tratar a los pacientes que llegaran a los hospitales con los síntomas de COVID-19.

En el Hospital de Especialidades de Fuerzas Armadas, en la ciudad de Quito, el sargento segundo Henry Simbaña, quien es licenciado en emergencias médicas, comenta que lo más satisfactorio en este tiempo ha sido poder asistir a sus compañeros de armas y verles salir victoriosos, es decir sanos. Él, como paramédico, brinda asistencia primaria, pero en esta emergencia ha apoyado en el área de enfermería.

En la sala de emergencia del Hospital Militar, como es conocido, está la cabo segundo Isabel Quinzo, enfermera de profesión, quien ha pasado aproximadamente mes y medio atendiendo a los pacientes con esta patología. Cuando la situación se tornó más complicada los profesionales de salud debieron realizar turnos de 24 horas, y lo más duro era no poder salir a sus domicilios por el miedo de llevar la enfermedad a las familias.

El trabajo en equipo ha sido lo fundamental en esta emergencia sanitaria, todos: médicos y enfermeros deben saber qué acciones van tomando con los pacientes contagiados. Para la doctora  Johsette Villavicencio, médico residente en área de respiratoria del HE 1, “lo más difícil ha sido calmar a los pacientes detrás de las máscaras que llevamos, ver a nuestros pacientes llevar la enfermedad solos o complicarse en su condición”.

El personal de salud, tanto militares como civiles, se han convertido en el apoyo de los afectados por la enfermedad, “nosotros debemos ayudar a estas personas, como personal de salud, no solo buscamos que sanen, sino que nos convertimos en amigos, si necesitaban el celular para hablar con su familia se lo proporcionamos”, dice la cabo Quinzo

Para estos valientes profesionales esto es completamente nuevo, han sido circunstancias de mucho estrés; solo a manera de ejemplo: las huellas que dejan los equipos de bioseguridad muestran el esfuerzo del personal. No obstante, ha sido un aprendizaje, ya que hoy todos han tomado conciencia sobre la importancia de llevar al cien por ciento los protocolos de bioseguridad.

Ahora más que nunca la vocación se entrelaza. El sargento Simbaña hace 18 años juró “servir al país con el uniforme militar, y hoy da gracias de estar aquí: “Sé que mi trabajo permite servir y ayudar a mis compañeros”, lo dice con firmeza y convicción.

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