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Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Material de Guerra

La insignia Material de Guerra y su significado

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Heráldica

La insignia de Material de Guerra fue tomada del Arma de Artillería del Ejército Francés. Es el símbolo de una granada en explosión, en representación de las bolas que dispara la Artillería, embadurnadas de aceite para que vayan con fuego. Para nosotros, está representada por una granada de color oro y su llama encendida, que es la expresión pura del armamento y las municiones.

 

Historia del Servicio de Material de Guerra

El Ejército Ecuatoriano, consciente de la necesidad de contar con una instalación logística propia, en la década de los años 20, creó el Parque Militar. Funcionó en el Fortín de El Panecillo, en el que se almacenaban fusiles y municiones de la época de la Independencia. En 1929, el Parque Militar se convirtió en un Reparto Militar. Este funcionaba en la parte inferior del Hospital Militar.

En enero de 1933, se creó la instalación Maestranza del Ejército. La dotaron de máquinas y herramientas, tornos, taller de fundición, taller de reparación de armas y de vehículos. Luego, pasó a funcionar en la parte sur del Hospital Militar.

En abril de 1947, se incrementó los talleres automotriz, de pintura, etc. Además, se creó el Parque de Material Bélico. Axiomáticamente, la Maestranza del Ejército o Parque de Material Bélico sirvió de soporte para los primeros Batallones de Servicios creados en 1954.

Debido a la Alianza para el Progreso, programa de Estados Unidos, se le exigió al Ejército Ecuatoriano tener una instalación logística. Así, se inició su construcción en el sector de El Pintado. Además, se creó el Centro Logístico Nro. 2 y el Centro Logístico Nro. 3. El 16 de junio de 1979, el BAL-1, mediante Orden de Comando Nro. 006-E-3c-979, se transformó en Agrupamiento de Apoyo Logístico Nro. 1, pero manteniendo siempre la Compañía de Material de Guerra, subordinada directamente al IV Departamento de la Comandancia General del Ejército. Mediante Orden de Comando del 16 de junio de 1987, se creó la Brigada de Apoyo Logístico Nro. 25 “REINO DE QUITO”, en reemplazo del Agrupamiento Logístico Nro. 1, conformada por Batallones Logísticos puros, entre ellos el Batallón de Insignia de Material de Guerra Nro. 72.

 Historia de la Logística Militar Contemporánea en el Ejército Ecuatoriano

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Intendencia

Insignia de Intendencia y su significado

 

Heráldica

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El sable y la espiga dorada

La espiga dorada significa abundancia, generosidad, alegría y constancia; mientras que el sable plateado es símbolo de justicia y nobleza. Los dos, entrecruzados, son la muestra del trabajo abundante, constante y generoso, realizado por soldados justos y nobles, que solo buscan la satisfacción del deber cumplido en beneficio de su Ejército y su Patria.

Historia del Servicio de Intendencia

La historia nos enseña que la Intendencia nació con la guerra misma y acompaña a todos los Ejércitos en las pequeñas y grandes campañas. El éxito en las operaciones militares está siempre aunado a una logística apropiada. Los griegos, los romanos y otros pueblos guerreros victoriosos, al expandir sus dominios, comprobaron un principio fundamental orientado a la explotación de los recursos y a su organización, en beneficio de las tropas combatientes. Este requisito ayuda a que los auxilios y abastecimientos lleguen siempre a la primera línea. Allí nació la función principal de este servicio.

Cuando ha fallado la Intendencia en el cumplimiento de su misión, ella ha contribuido con el fracaso de los comandantes. Cuando estos comandantes han descuidado este pilar de la guerra, no han tenido éxito en la contienda. Suficientes ejemplos son los Ejércitos de Napoleón y Hitler que, después de sus grandes campañas en Europa, fracasaron en el frente ruso por las fallas en sus planes logísticos, afectados no solamente por el tiempo, sino también por la carencia de abastecimientos. Esto determinó la disminución de la moral en las tropas de primera línea, combatientes de élite y experimentados, que fueron presa fácil de la derrota a manosde las fuerzas muy inferiores y menos dotadas. Napoleón, en su tiempo, por experiencia propia, dijo: “Los Ejércitos marchan sobre sus estómagos”.

Con el tiempo y por el desarrollo de las sociedades, se estableció un sistema económico que organiza el universo. Los Ejércitos, al ser parte intrínseca de esas sociedades, asumen el sistema y, dentro de su organización, también man jan esa responsabilidad. Esta función del noble servicio de Intendencia se ha constituido en la arteria principal de las actividades de abastecimiento, mantenimiento de los artículos Clase I, II y IV de Intendencia, necesarios para un Ejército.

 Historia de la Logística Militar Contemporánea en el Ejército Ecuatoriano

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Paracaidista

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Cultura paracaidista

 

Los principios, valores, virtudes y tradiciones son, en el hombre, el sostén de su pensamiento y de su acción. En otras palabras, el comportamiento humano es producto de su voluntad, de la fuerza de su espíritu y de su capacidad corporal y técnica. Si eso decimos del hombre en general, en el soldado paracaidista estos preceptos constituyen el eje transversal y axiológico de su formación y perfeccionamiento, en aras de convertirse en el mejor combatiente.

Las tradiciones paracaidistas son consecuencia de vocaciones, convicciones, vivencias y lecciones aprendidas, enseñadas y practicadas. Ellas fortalecen su identidad y afianzan el espíritu de cuerpo. Nacieron en los tiempos libres, después de la instrucción, originales muchas, adecuadas otras, pero todas con sin igual acogida entre los miembros de las Unidades del Ejército. Estos soldados de mirada serena no han claudicado ni lo harán ante las nuevas amenazas, por ello es correcto mostrar una de sus principales fortalezas internas: sus tradiciones que son parte de su cultura.

La identidad del paracaidista y su riqueza espiritual están inmersas en casi todas las Unidades Militares Ecuatorianas. Es el producto de un accionar permanente de los soldados que, habiendo entrado en nuestra casa, salieron por la puerta grande, graduados con insignias nuevas en su pecho y afincada en su mente una mayor devoción cívica. Estos soldados paracaidistas hicieron honor al juramento de defender

a este país, cuando en 1981 y 1995 lucharon para vencer, gracias a su formación y su mística profesional.

Cobijados por todo lo ceremonial que implica el rito mundial de la Legión de la Vieja Calavera, han edificado y perennizado todo lo que atañe a esta espiritualidad, símbolo de abnegación, renunciamiento y entrega total a una causa noble. Incluso, han llegado al sacrificio, a la usanza de las antiguas órdenes religiosas y militares.

Historia de la Brigada de Fuerzas Especiales

El 29 de octubre de 1956, se inició el paracaidismo militar en Ecuador y, desde ese día, han transcurrido varias décadas. Todo se ha realizado con el generoso aporte de los Soldados de la Boina Roja, con acciones ejemplares de patriotismo, orgullo institucional y profundo amor a su pueblo.

La leyenda del paracaidismo irrumpe en el acontecer nacional gracias a la fuerza y al empuje de un visionario, en ese entonces, el Capitán Alejandro Romo Escobar, a quien, con gloria y orgullo, se lo conoce como “El Pionero” y también, con cariño, se le dice “Papá Romo”. Él, junto a su destacamento de 7 oficiales y 28 voluntarios, emprendieron la gran aventura de volar por el firmamento ecuatoriano. A partir de esta fecha inmortal, se abrieron las puertas de los aviones para que todos los soldados de espíritu indomable puedan saltar y cumplir con la misión más noble: engrandecer al Ecuador.

La experiencia militar de los instructores del Ejército de Estados Unidos de América, liderados por el Sargento James Roger, materializaron la idea y cristalizaron los sueños. La selección de los alumnos y la rigurosidad del entrenamiento fueron justificadas con el salto a la gloria y el camino a la inmortalidad de todos los pioneros, desde aquel avión C-47 Nro. 505, que antaño surcó sobre las nubes. Recordamos las cúpulas del paracaídas T7-A, que siempre estarán volando con el espíritu de estos 35 soldados y los Salitrales de Muey en Salinas, provincia del Guayas, que acogieron gustosos las primeras rodadas, dejando huellas imborrables en el corazón de los pioneros y de quienes presenciaron este magno acontecimiento. Este evento fue la simiente más fecunda para el desarrollo y el fortalecimiento institucional del Ejército y las Fuerzas Armadas.

En 1957, se desarrolló el Primer Curso de Comandos con 45 valientes soldados, con una duración de 20 semanas. Este fue desarrollado por el Teniente Cristóbal Navas Almeida, luego de haberse capacitado en Estados Unidos como Ranger.

Desde entonces, las nuevas generaciones continúan el legado de mantener vivo el compromiso de defender la soberanía del Ecuador. Este curso es el más riesgoso y exigente en el aprendizaje de técnicas, tácticas y procedimientos para el combate especial.

Posteriormente, con gran visión futurista y sentido de Patria, el Alto Mando Militar de ese entonces hizo que el Cuerpo de Paracaidistas se organice con más elementos y se capaciten en otras especialidades afines a las amenazas y los factores de riesgo existentes en el país. Así, se conformó el Destacamento de Fuerzas Especiales, luego, el Grupo Escuela de Fuerzas Especiales y, finalmente, la gloriosa y victoriosa Brigada de Fuerzas Especiales.

Mediante Orden General del Ejército Nro. 001-III-C de fecha 13 de febrero de 1975, se resolvió: “Crear la Brigada de Fuerzas Especiales Nro. 1 con sus respectivas unidades subordinadas, con sede temporalmente en la Plaza de Quito; posteriormente, el Campo Militar a construirse en el cantón Sangolquí (Rumiñahui), a excepción del Grupo de Fuerzas Especiales Nro. 2, que tendrá como sede la ciudad de Quevedo, organizada con la función de los Escuadrones de Fuerzas Especiales Nro. 1, 2 y 3”. Posteriormente, en 1987, por orden de la Comandancia General del Ejército, pasó a denominarse Brigada de Fuerzas Especiales Nro. 9 “PATRIA”, nombre que lleva hasta la actualidad.

Tradiciones paracaidistas, aquellas transmitidas de generación en generación y de boca en boca. Aquellas que salieron del diálogo fraterno en el casino. Aquellas que salieron a la luz y al calor de la fogata, en la mitad del vivaque, cuando al árbol se arrimó el fusil para tomar la guitarra. Alma y núcleo contagioso que fomenta el espíritu de cuerpo. Camaradas acuñados en la simpática moneda, pero siempre listos al llamado de la Patria.

General Juan Francisco Donoso Game.

Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Aviación del Ejército

Insignias de la Aviación del Ejército y su significado

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Heráldica

Tiene dos elementos principales. El primero es una base constituida por dos alas de color oro, extendidas de izquierda a derecha, con plumajes a manera de lambrequines. El segundo nace desde el centro de la insignia, de forma vertical, en color plata, es un blasón no heráldico (hélice de avión).

Alas

Las alas extendidas, bañadas en esmalte oro, son símbolo de vida activa. Representan la sustentación, pues permiten alcanzar y mantener el vuelo seguro. Significan ligereza, prontitud y presteza, pero lo más característico es su connotación de libertad.

El oro que las cubre simboliza la riqueza del conocimiento, muestra nobleza, magnanimidad, sabiduría y el alto costo económico que se atribuye a sus medios.

Hélice de avión (blasón no heráldico)

Simboliza la esencia de la máquina, la que crea fuerzas y permite levantarse de la tierra hacia los cielos. Es la genialidad del ser humano, que rompe el silencio para desafiar a la gravedad y liberarse del sometimiento terrenal. Hace referencia al maniobrar por los aires y auscultar con la mirada, cual ave de natural fervor que cuida su territorio.

Ala de piloto del Ejército

2 300x129Esta ala básica ha sido adoptada y es parte ya de la mayoría de Ejércitos y Fuerzas Aéreas del mundo. Es reconocida como la insignia que los Pilotos Militares llevan en su pecho, cualquiera sea su fuerza o especialidad. Es de color plata y simboliza, con su brillo y color, la belleza infinita del resplandor de los rayos del Sol, los cuales se mezclan con la majestuosidad de los cielos, desplegando sus ases de luz hacia los confines del infinito.

La definición de su forma y sus detalles, como el plumaje de ave, representa el elemento natural en el que se inspiró la inteligencia humana para alcanzar los cielos. A la vez, rememora al mítico Ícaro como precursor de los hombres en busca del vuelo. Estas alas desplegadas tienen 8 cm de largo y 1,5 cm de ancho, significan el dominio del espacio. En la parte interior, se encuentra una escarapela con forma de escudo medieval, las siglas de la Aviación del Ejército Ecuatoriano en color amarillo, sobre fondo de color negro. Todo esto está sobrepuesto a los colores de la bandera nacional, que ocupan la parte inferior del escudo, en forma de triángulo, lo cual define nuestra identidad nacional.

Parche de la Brigada de Aviación del Ejército

Es un parche de forma rectangular. En la parte superior, es redondeado y en la inferior, con punta. Tiene 10 cm de largo por 6 cm de ancho. Se presenta en 3 209x300un fondo azul, que simboliza el cielo ecuatoriano. En la parte superior, lleva el nombre de la Brigada con letras de color blanco. En la parte central, con la misma definición del parche, en escudo más pequeño y sobre fondo blanco, encontramos los siguientes elementos: el tricolor nacional y, sobre este, la insignia del arma (un avión y un helicóptero, que representan las aeronaves básicas de la Brigada).

Al costado superior izquierdo y en la parte inferior derecha, dos cruces de guerra, condecoraciones otorgadas a la Brigada Aérea por la participación exitosa en los conflictos de 1981 y 1995. En la parte inferior, lleva la leyenda “Fuerza de Acción Inmediata”, frase que ha sido adoptada como símbolo de la

 

 

Brigada por la alta movilidad de sus medios.

Parche del vuelo solo o vuelo elemental

4 255x300Tiene forma triangular ovalada, con fondo anaranjado y borde de color negro; es más ancho en la parte superior. En su interior, presenta una tea encendida, de la cual nacen dos alas que simbolizan el dominio del espacio con el primer vuelo. Esta insignia fue tomada de Fort Rocker, con la salvedad de que la nuestra es invertida en toda su forma, de izquierda a derecha. La llama encendida representa la flama inextinguible del trabajo tesonero y perenne de los hombres que han sabido esforzarse por superar el miedo y poner de manifiesto su voluntad, para surcar los cielos por siempre. El color anaranjado se ha adoptado por la característica común que tienen en su tinte las mangas de viento, esenciales para poder operar con seguridad en aeropuertos y helipuertos, en forma convencional, a nivel mundial.

 

Historia del Arma Aviación del Ejército

Los pueblos, las instituciones y los hombres tienen la obligación de perpetuarse en la memoria de la humanidad. Ello hace que los actos procuren superación, perfección, dialéctica y doctrina. De lo contrario, nos sumiríamos en un eterno empezar. Es así como esta noble institución y novel arma nació, como toda gran obra, de los sueños e ideales de un visionario. Hubo un momento especial en la historia de nuestro glorioso Ejército, en los albores del siglo XX, cuando clarea la luz de la razón, en medio de las confusas expectativas que se vivía: uno de nuestros señores oficiales, predestinado para estar entre los grandes, unió anhelos con proyectos. Cambió su designación profesional del Arma de Infantería, al realizar el Curso de Pilotos en el Aéreo Club de la ciudad de Guayaquil. De esta manera, avizoró la necesidad de plasmar un medio de conexión directo y oportuno, para satisfacer las necesidades de los soldados que cumplían destacamentos en los límites de la Patria.

La Aviación del Ejército nació en 1954, mediante el entusiasmo y el espíritu del señor Capitán de Infantería Colón Grijalva Herdoíza. Una vez cumplida su aspiración de tener la licencia de piloto, inclinó, de manera oficial, sus peticiones, con ideas vanguardistas, hacia el Comando del Ejército. Inició la gestión necesaria para materializar el apoyo aéreo que tanto necesitaban los compañeros que, para cumplir su deber en guarniciones de frontera, debían atravesar largas y penosas jornadas en caminos, picas y trochas.

Tres avionetas monomotor fueron entregadas por distinguidas damas de la aristocracia guayaquileña, quienes las recibieron del exterior como donación para el país. Estas aeronaves, cuyo principal objetivo fue poner en marcha el Programa Alas para la Frontera, se fundieron en una sola esperanza. Emprendieron la unificación de la primera unidad militar de soldados del aire, lealmente recordada como Servicio Aéreo del Ejército (SAE). De esta forma, se incorporaron las siguientes avionetas como primera dotación del SAE: Piper Tripacer, Taylor Craft y Piper PA-18-150.

La primera de estas fue bautizada con un nombre muy original: La Guaricha, en honor y mención a esas valerosas mujeres que acompañaron y abastecieron a nuestras tropas en la guerra del 41. Esta aeronave, que estuvo al servicio de las Divisiones “EL ORO”, “GUAYAS” y “LOJA”, plasmó la necesidad de la frontera Sur del Ecuador. Fue el primer rincón distante en ser conectado con la gran masa urbana, a través de pilotos y avionetas que surcaron el cielo para dar ayuda en el momento oportuno. Con este avance de la época, en el cielo azul se pintaron, entre blancas nubes, las primeras evacuaciones aeromédicas, los primeros abastecimientos y reconocimientos, así como las observaciones aéreas para el apoyo en la conducción del tiro de Artillería.

La esperanza se vio plasmada en el firmamento, al momento en que los soldados y el pueblo fundían su mirada en el espacio infinito, buscando aquella figura que todavía, algo extraña, se confundía con la forma de las aves y la magia de lo inesperado. Algo así era la llegada de un avión militar: un objeto bienaventurado que daba fe, aliento y esperanza.

El SAE, con la firme idea de llegar a las más distantes guarniciones, cumplía misiones importantes de vuelo. Llevaba abastecimientos, correo, medicinas, empleándose en el campo militar con la observación y el reconocimiento de los Comandantes de las Unidades, los Estados y Planas Mayores y con los Grupos de Artillería, en la observación y dirección del tiro.

A mitad del siglo XX, el destino de la Aviación del Ejército extendió sus plateadas alas de vuelo, formando más pilotos. El 10 de enero de 1956, por disposición del Comando General del Ejército, se inició el I Curso de Pilotaje, bajo la dirección del señor Capitán Grijalva. Siete oficiales de Infantería, Caballería y Artillería fueron elegidos para ser alumnos del mismo. Al haber culminado su período de preparación, y luego de su graduación, retornaron a sus unidades de origen, debido a la falta del material de vuelo disponible, el presupuesto para la operación y el mantenimiento de sus máquinas.

En el siguiente año (1957), los directivos Capitán Colón Grijalva y Teniente German Witt viajaron al exterior, a Fort Rucker (EE. UU.), para realizar el Curso sobre Operaciones de Vuelo Táctico, cuyo entrenamiento lo hicieron en avionetas CESSNA L-19. A su retorno, las condiciones mejoraron para el SAE y se creó un nuevo Destacamento Aéreo en la División de “EL ORO”, para el cumplimiento de diferentes tareas.

A continuación, el Jefe del SAE, Mayor Colón Grijalva, trató de interesar a la superioridad militar en la adquisición de material de vuelo, para ampliar la operación aérea a la Región Oriental. En 1960, luego de los estudios respectivos, presentó su informe técnico y financiero para la adquisición de aviones monomotor CESSNA L-19 (versión militar), con el respectivo asesoramiento técnico. Entonces, sucedió un hecho algo extraño que se tornó en reto. Al no llegar los aviones recomendados en el estudio, sorprendió la presencia de otro equipo de vuelo, consistente en aviones PIPER, de los cuales uno era un bimotor AZTEC y cinco monomotores Comanche (ala baja y tren retráctil).

Para el efecto, el Comando del Ejército citó a los pilotos del I Curso para realizar el reentrenamiento en este tipo de aeronaves. Una vez actualizados en vuelo, por la iniciativa de estos pioneros, decidieron reunirse en un solo puño, formando una escuadra de aviones para cruzar la geografía ecuatoriana: decolar en la costa, atravesar la majestuosidad de los volcanes y montañas, para aterrizar en pistas cortas y rústicas, construidas en el verde manto de la provincia de Pastaza. Desde este punto, los pilotos se desplazaron hacia todos los ángulos de nuestro territorio, desplegando su apoyo a las unidades militares, comunidades indígenas y compañías petroleras. Así, el 12 de febrero de 1961, el SAE extendió sus alas a la Región Oriental, con el material adquirido, proporcionando servicios a las guarniciones del Norte, Centro y Sur Oriente, a excepción de Zumba.

En este mismo año (1961), ante la falta de pilotos, se incorporaron cuatro pilotos civiles. Luego de la militarización respectiva y familiarización con el equipo de vuelo, cumplieron un año de actividad en esta región. Finalmente, optaron por el grado de Subtenientes de Reserva. El sueño de nuestro precursor, hombre que se desvivió por servir, se vio cristalizado al realizar el II Curso de Pilotos, con igual situación académica y militar que la desarrollada para los Pilotos del I Curso.

Pero no todo fue resplandor y alegría; la vida tiene su parte gris: un día lleno de trágica gloria, el 24 de septiembre de 1961, en cumplimiento del deber, falleció nuestro director y pionero en un accidente aéreo, a cinco minutos de haber decolado del aeropuerto de Portoviejo. También, muerieron el Mayor Witt Ordóñez y el Oficial de Reserva Pedro L. Arias y tres Oficiales del Ejército que iban como pasajeros. Se encendieron los cirios del luto, fundidos con el fuego del compromiso y el valor para seguir adelante.

En la base de Pastaza, continuaban las operaciones de vuelo, atendiendo a los destacamentos militares de esa región, con dos Tenientes Pilotos antiguos, debido a que otros dos oficiales, en el grado de Tenientes, viajaron a Fort Rucker para obtener su especialidad técnica avanzada. Naturalmente, el II Curso de Pilotos continuaba su labor de aprendizaje técnico en Guayaquil, bajo la dirección disciplinaria y administrativa del Comandante del Batallón Nro. 5 “GUAYAS”, Mayor de I. Guillermo Durán Arcentales, y con la coordinación técnica, de los instructores civiles del Teniente Germán Apolo.

En abril de 1962, sucedió una nueva tragedia en la ruta Quito-Pastaza: uno de los aviones sufrió un accidente y murieron sus dos ocupantes, Pilotos Oficiales de Reserva. Por este hecho, el Comando del Ejército dispuso la paralización de las operaciones aéreas y la entrega de los cuatro aviones PIPER Comanche a la FAE. Estos se comprometieron a realizar la planificación respectiva, para impartir la ins¬trucción técnica adecuada para pilotos y personal de mantenimiento. Sin embargo, se llevaron los aviones a Salinas y nunca hubo el entrenamiento ofrecido.

En diciembre de 1964, el Comando del Ejército, sintiendo la necesidad de dar atención a las unidades del Oriente, adquirió dos avionetas CESSNA 185, con capacidad para seis personas o 1000 libras de carga. Para cumplir con este hecho, viajaron a Wichita, Kansas (EE. UU.), los pilotos Capitán Edison Torres y Tnte. Germán Apolo. Posteriormente, cumplieron su entrenamiento en Cuenca, con todos los Pilotos del Ejército, especialmente, con los Pilotos del II Curso de Aviones. De esta manera, reiniciaron las operaciones en esta vasta región de la Patria.

En 1970, se suscitaron dos hechos que merecen destacarse. En primer lugar, los señores Capitanes Eduardo Silva Bucheli y Jaime Andrade Buitrón inauguraron la primera pista que se habilitó en Zumba, con una avioneta CESSNA-185, en una longitud operable de 185 metros, rompiendo así el mito de la imposibilidad de operar con aviones en esta región, que se encuentra en el extremo sur de la Patria. El segundo hecho se refiere al relevo realizado a los pilotos de la FAE, que venían cumpliendo trabajos aéreos fotogramétricos en el I. G. M. Esta acción permitió a nuestros pilotos pasar de los monomotor al bimotor, aumentando su experiencia de vuelo y la oportunidad de volar a futuro, con el I. G. M., aviones tipo turbo jet, como el Learjet, Saberliner y Cessna Citation.

El 12 de febrero de 1970, bajo la dirección del señor Capitán Fernando Vásco¬nez Cabezas, la Escuela de Aviación del Ejército abrió sus puertas al III Curso de Pilotos. Después de una selección rigurosa, fueron admitidos 15 Oficiales del Ejército y 3 de la Armada Nacional. Luego de 16 meses de entrenamiento, finalizó el Curso con 10 pilotos del Ejército y 2 de la Armada, quienes lo aprobaron satisfactoriamente, demostrando, una vez más, que la Aviación del Ejército es eficiente, con una proyección imparable y de desarrollo positivo. Así, quedó establecida, de manera definitiva, la continuidad de los Cursos de Pilotos del Ejército, que, hasta el momento, han sumado 32 Promociones de Oficiales. Ellos sintieron la vocación de mantener libre el alma y pertenecer a un estricto y bien seleccionado grupo de soldados.

En 1971, el SAE adquirió nuevas y modernas unidades de vuelo, dando un paso trascendental en la vida de la institución. Se compró un avión turbohélice SKYVAN y dos avionetas Heli-Porter, con características Stall. Estas sirvieron para dar mayor atención a las unidades de la Región Oriental.

En 1972, se inició la operación de helicópteros en el Ejército Ecuatoriano, cuando, por una necesidad propia del I. G. M. en sus trabajos topográficos de campo, se aprovechó la invitación que hizo la Aviación Ligera del Ejército Francés. Al evento concurrieron dos pilotos del Ejército que, posteriormente, continuarían los trabajos con este instituto.

En 1975, se adquirió aviones tipo Arava (con armamento), ayudando, de esta manera, a solucionar el problema logístico y administrativo de las unidades de todo el país. Se utilizaron en el lanzamiento de paracaidistas y en operaciones de contrainsurgencia.

El Servicio Aéreo del Ejército dio un paso gigantesco en 1978. Con orden de Comando Nro. 044-EBD-978, dejó de ser dependencia del Departamento Logístico del Ejército y, como Unidad Operativa, se transformó en la Aviación del Ejército Ecuatoriano. Este cambio produjo una nueva concepción en la organización, para lo cual se tomó en cuenta el empleo táctico del material y el apoyo orgánico que debe brindar a las Unidades Operativas de la Fuerza Terrestre. Con esta oportunidad, el alto mando militar asignó a la Aviación del Ejército el personal y los medios, tanto aéreos como de apoyo en tierra, necesarios para que las tareas asignadas a la nueva condición puedan cumplirse.

Con la creación del SAE y la Aviación del Ejército, paralelamente, nació el mantenimiento de aeronaves. Progresivamente, se incrementó el personal y los medios en esta área técnica, para lo cual la Aviación del Ejército formó un Centro de Mantenimiento capacitado para desarrollar los trabajos, incluso del IV Escalón, autorizados por el fabricante.

Dentro de los principales campos técnicos de mantenimiento que se desarrollan en el CEMAE, se encuentran:

  • Inspecciones mayores de Helicóptero Súper Puma, Puma, Gazelle y Lama
  • Mantenimiento profundo de motores Makila, Turmo, Artouste, Astazou 14, Ariel 1B
  • Mantenimiento estructural de helicópteros y aviones
  • Reparaciones de conjuntos mecánicos
  • Mantenimiento de sistemas hidráulicos
  • Mantenimiento especializado en electrónica y aviónica

Para realizar todos estos trabajos, el Centro de Mantenimiento de Aviación del Ejército (CEMAE) dispone de personal especializado, equipos y bancos de prueba necesarios. Lleva a cabo un mantenimiento adecuado y responsable, que redunda en la eficiencia y seguridad de las operaciones aéreas. Se cumple con estos trabajos de mantenimiento, de igual manera, para aviones bimotores, medianos y livianos, con la diferencia que el mantenimiento avanzado se realizaba en las bases aéreas de los Grupos “PICHINCHA” y “PASTAZA”, respectivamente, y en condiciones óptimas.

Además, debemos recordar, con orgullo, que nuestro Estandarte fue lucido, con honor, en la Cordillera de El Cóndor, en 1981. En esta acción, la Aviación del Ejército apoyó, con coraje y decisión, la defensa de la soberanía del suelo patrio. Son testigos los escritos del propio enemigo, el General peruano Mercado Jarrín, en su libro La verdad de El Cóndor, manifiesta lo siguiente: “En El Cóndor estuvo presente un pequeño grupo de helicópteros, al que admiro por el valor y la pericia de sus pilotos”. Este reconocimiento por parte del opositor en ese conflicto marca, en nuestras mentes, el compromiso de cada día ser mejores y mantener el pensamiento de que si amamos la paz, nuestra profesión es la guerra.

Es en la Cordillera de El Cóndor donde la Aviación del Ejército realiza su bautizo de fuego. Su profesionalismo y entrega se refleja en cada uno de sus miembros, como firmes e imbatibles soldados de avanzada, centinelas vigías de nuestra heredad territorial. Aquí surge la figura del Fénix que, cual ave inmortal, se encarna en uno de nuestros pilotos, el Sr. Teniente de Comunicaciones Víctor Hugo Valencia. Él se encontraba realizando abastecimientos en su helicóptero Lama y fue testigo fiel del ataque alevoso y traicionero de un helicóptero MI-8 peruano. Cual león herido, abandonó su aeronave, tomó una ametralladora en sus manos e incitó al personal del destacamento a defenderse y disparar contra los enemigos. Su ira fue apagada con un proyectil que, atravesando su cabeza, no pudo quitarle la vida, sino llenarle de gloria, como ejemplo vivo de verdadero coraje y valentía.

Luego de las operaciones de 1981, se incluyeron aviones de transporte mediano, como el Buffalo, para trabajos de aerofotogrametría; helicópteros de transporte mediano, tipo Puma, de asalto, como el Bell 212; de combate, como los legendarios Gazelles; artillados, adecuados para la lucha antipersonal y antitanque. Se entregó el armamento con el fin de aumentar, de esta manera, el poder de combate de la Fuerza Terrestre y proporcionar un amplio campo de acción en cuanto al apoyo que presta el Ejército al desarrollo socioeconómico del país.

En 1984, con orden de Comando Nro. 007-SGE-IV-84, se dispuso que la Aviación del Ejército sea considerada operativamente como una organización equivalente a Brigada. Entonces, el 1 de julio de 1987, se la consideró como una Unidad Operativa y se la designó como Brigada de Aviación del Ejército Nro. 15. Constó en el Orgánico de 1992 a 1997, con el nominativo de “AMAZONAS”.

Para 1987, la Aviación del Ejército Ecuatoriano contaba con un aproximado de 70 aeronaves. Esto la convirtió en una de las flotas aéreas más numerosas y poderosas de América del Sur, debido, principalmente, a su alto porcentaje de operabilidad y al moderno armamento que se poseía en aquella época.

En el conflicto del Alto Cenepa, en 1995, la 15-BAE alcanzó un alto grado de operatividad y eficiencia combativa en todos los campos. En este sentido, se aumentó la capacidad combativa de las unidades terrestres, particularmente, en las zonas de operaciones mencionadas, donde funcionó el Ejército de Operaciones, con el apoyo del Grupo Aéreo “CÓNDOR”, y donde se cumplieron más de 5000 horas de vuelo. Entre estas, las primeras operaciones de ataque en la gloriosa toma de Base Norte, y la defensa de Base Sur y otros sectores. Así, los pilotos de la Aviación del Ejército pusieron de manifiesto su amor por la Patria, sintiendo en sus corazones la máxima de los helicópteros de combate que dice: “Como simples sombras sigilosas, salen, destruyen y siembran siniestra soledad” y, cual dragón de fuego, arrasaron,, con sus rockets las posiciones enemigas. Además, debemos resaltar la presencia de aviones de combate de la FAE, con su escuadrón A-37 y helicópteros Bell 206. Debido a la experiencia de nuestros pilotos y el conocimiento detallado del terreno, tuvieron que coordinar con los nuestros y conformar tripulaciones de vuelo en sus aviones de combate. Se pudo comprobar, una vez más, el alto grado de entrenamiento y profesionalismo de los pilotos del Ejército.

Además, por primera vez, la Aviación del Ejército desplegó el 85% de sus medios aéreos. Esto permitió evaluar sus reales capacidades operativas; así como sus limitaciones. De esta manera, para el 29 de febrero de 1996, mediante Acuerdo Ministerial Nro. 143, se publicó en O. G. Nro. 03, que la Aviación del Ejército pasaba a ser la Nueva Arma de la Fuerza Terrestre.

Es indudable que los vertiginosos avances en los campos tecnológicos de la maquinaria bélica imprimen la más profunda y rápida evolución de la doctrina militar. Estos avances afectan, con mayor profundidad, las directrices del empleo de combate aéreoterrestre al inicio de la guerra, momento que exige un alto nivel de preparación y flexibilidad nunca antes visto, por lo que se espera que la capacidad de respuesta sea inmediata. Por eso, la transformación de nuestra brigada en la fuerza de acción inmediata deberá estar acorde con el tiempo y el espacio, siempre lista y con el pleno convencimiento que somos el Arma de la decisión con que cuenta la Fuerza Terrestre hoy en día.

La A. E. E., con la organización, el personal y los medios que actualmente posee, es la respuesta a las necesidades que se ha planteado la F. T. en los campos de apoyo administrativo, logístico y aerotáctico. Es importante anotar que, si bien no se han alcanzado a completar los medios para satisfacer todas sus necesidades, la flexibilidad de su organización le ha permitido ir creciendo, en la medida que el Comando General de la F. T. y el país tengan capacidad económica para obtenerlos.

Al referirnos a la necesidad que motiva su ampliación, se han puesto en vigencia los proyectos de incremento dentro de la organización. Por lo tanto, se adquirirán tres avionetas de instrucción CESSNA -172, dos avionetas CESSNA 175, siete helicópteros C3-FENEC, con su respectivo armamento, tres helicópteros B2–ECUREUIL, dos helicópteros de transporte MI-17. De esta manera, el Ejército entrará a la era de instrumentación digital, ya que todas estas aeronaves vienen con sistemas EFIS, FMS, GNS, Movmaps, radares meteorológicos. Así, surge claramente la explicación de que la presencia de la Aviación del Ejército no pretende, de modo alguno, interferir, disminuir o alterar la misión que cumple la F. A. E., sino que tiene el objetivo de ponerse a la par y la altura de la tecnología y el armamento global, para garantizar el cumplimiento de su misión.

Concluimos elevando una oración al Creador de todos aquellos compañeros de Arma, que escribieron la historia y que son dueños de la gloria. Ofrecemos respeto y admiración para aquellos que valientemente ofrendaron su vida en busca del cumplimiento de la sagrada misión para que nuestra Organización alcance su grandeza.

Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Comunicaciones

Insignia del Arma de Comunicaciones y su significado

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Heráldica

Las banderolas representan al medio óptico más utilizado en el campo de batalla, no solo por nuestro Ejército sino también por las Fuerzas Armadas de la mayoría de los países del mundo, que, junto con la antorcha, marcan el nacimiento del Cuerpo de Señales. La flama ardiente nos brinda la luz que ilumina el camino que conduce a las tropas de Comunicaciones en la búsqueda del conocimiento. Simboliza la fuente de la sabiduría; la antorcha es la depositaria del fuego del saber.

El dorado es distintivo de nobleza. Representa la magnanimidad, el poder, la luz, la constancia y la sabiduría, para superar los obstáculos y alcanzar las metas y objetivos propuestos por y para los soldados de Comunicaciones.

Todas las armas se identifican por un color característico. La combinación de todos ellos da como resultado el color lila, que representa la integración y el enlace que las Comunicaciones prestan a todas las armas y los servicios. El lila simboliza magia, misterio, sofisticación, ciencia e inteligencia.

Historia del Arma de Comunicaciones

El Arma de Comunicaciones, como arma de apoyo de combate, se torna indispensable para el ejercicio del mando, la coordinación y el control de las operaciones militares. En tiempos de guerra, es la primera en entrar y la última en salir; y en tiempos de paz, es la responsable de apoyar eficientemente la ejecución de las actividades administrativas de la institución en la conducción militar, utilizando todos sus medios.

Esta Arma tuvo un proceso de crecimiento, desarrollo y llegó a una etapa en la que, como efecto del desarrollo y el fortalecimiento del Ejército, era imperiosa la creación de una especialidad. Su entrenamiento, equipamiento y misión debían posibilitar el ejercicio del comando y el control.

El 14 de junio de 1910, el Presidente Constitucional de la República del Ecuador, General Eloy Alfaro Delgado, consideró la necesidad de reglamentar y organizar las comunicaciones militares. Para tal efecto, emitió el primer decreto ejecutivo relacionado con esta importante actividad. Estableció la conformación de la Plana Mayor de las secciones de electricistas-telegrafistas en campaña. Del contenido de este decreto y de los tres que le precedieron, en este período apareció la primera Unidad Militar de Transmisiones al servicio del Cuartel General del Ejército. La que, con el pasar del tiempo, se constituyó en la actual Dirección de Sistemas de Información y Comunicaciones del Ejército.

Para 1929, el Presidente de la República, Dr. Isidro Ayora, emitió el Decreto Ejecutivo 164, con fecha 5 de agosto. En este creó el Batallón de Ingenieros Nro. 2 “CHIMBORAZO”, compuesto por una plana mayor y tres compañías, la tercera fue de Transmisiones. Con este nuevo orgánico, desapareció la unidad independiente que se encontraba adscrita al Estado Mayor General del Ejército.

Por convenio entre la República del Ecuador y el Gobierno de Estados Unidos, en el año 1943, inició sus actividades la Misión Militar Norteamericana. Este organismo fue el encargado de coordinar y ejecutar el apoyo militar norteamericano a nuestras Fuerzas Armadas.

Sus actividades pueden resumirse de la siguiente manera:

Ayuda académica, operativa y técnica, con la provisión de instructores, manuales técnicos y de campaña, películas de instrucción para todas las armas y servicios.

Entrenamiento militar en Estados Unidos y, posteriormente, en Panamá, en la Escuela de las Américas para oficiales y tropa ecuatoriana de todas las armas y servicios.

Entrega de armamento, vehículos de combate y de transporte, municiones y otro tipo de material bélico y equipos de comunicaciones, para organizar repartos orgánicos. A esta donación de material bélico y de comunicaciones, se la conoció como ayuda MAP.

En lo relacionado a Comunicaciones, este convenio fue de mucho beneficio, no solo por el material telefónico y radio-eléctrico que se entregó en donación, sino porque permitió la organización de repartos de transmisiones, en pelotones, compañías y un batallón. Así, fue posible que, en todos los niveles de mando del Ejército, se ponga en evidencia el importante papel que ejercían las Comunicaciones para la eficiente ejecución de la conducción militar, tanto en tiempos de paz como de guerra.

A partir del 4 de febrero de 1944, se inició el entrenamiento de oficiales y tropa del Ejército en el conocimiento, la operación y el empleo del material de radio americano. Dicho material fue proporcionado por la Misión Militar Norteamericana, conforme se desprende del Decreto Ejecutivo Nro. 2272, del 4 de febrero de 1944. El programa se llevó a cabo en la Escuela de Transmisiones, anexa a la Escuela de Artillería e Ingeniería. Fue dictado por el personal directivo y administrativo del mismo instituto. El número de alumnos fue de 53, integrado por 10 oficiales y 43 de tropa. El curso tuvo una duración de 60 días.

En la Escuela de Transmisiones, a su vez, se iniciaron los Cursos Regulares para Aspirantes a Suboficiales. El plan de estudios contemplaba tres años lectivos de duración, por lo que en la Orden General del sábado 25 de agosto de 1945, y luego de haber culminado con éxito, se publicó el ascenso al grado de suboficiales a los alumnos del tercer año de la Escuela de Transmisiones; ellos fueron la Primera Promoción de Graduados. El 15 de mayo de 1946, el Presidente de la República, Dr. José María Velasco Ibarra, creó el Cuerpo de Señales de las Fuerzas Armadas, el que fue estructurado en forma definitiva el 26 de enero de 1951.

Hasta mayo de 1949, aun cuando no existían repartos de transmisiones independientes, los suboficiales y miembros de tropa operaban las estaciones de la red de radio permanente del Ejército. Esta había crecido significativamente debido al aumento de mandos y unidades militares.

En el año de 1949, el Comando Superior del Ejército reestructuró su organización, creando nuevos repartos militares destinados a proteger las fronteras del sur y el oriente del país. El incremento de comandos trajo como consecuencia la necesidad de disponer de más equipos de radiocomunicaciones, los que fueron adquiridos de acuerdo a las posibilidades económicas del Ejército. Se requirió, además, incrementar el personal de radio operadores, que en algunos casos egresó de la

Escuela de Transmisiones. Otros, en cambio, fueron telegrafistas dados de alta en calidad de Suboficiales Asimilados.

Para estructurar orgánicamente el Ejército y jerarquizar el mando en lo que a transmisiones se refiere, reconociendo el desempeño profesional y técnico de los suboficiales, la superioridad militar tramitó la expedición del Decreto Nro. 787, el 2 de mayo de 1949. Mediante este documento, se les concedió los despachos de Oficiales de Transmisiones a 24 de ellos.

Con el propósito de mejorar y ampliar la preparación profesional de los Oficiales de Transmisiones, el señor Ministro de Defensa Nacional, mediante Acuerdo Nro. 98 del 7 de noviembre de 1949, nombró alumnos del Curso de Perfeccionamiento de Oficiales de Transmisiones a 11 oficiales subalternos. Contando con los cuadros necesarios, el 26 de enero de 1951 se concretó la organización del Cuerpo de Señales, mediante la expedición del Decreto Ejecutivo Nro. 004.

A pesar de estar vigentes los decretos de creación del Cuerpo de Señales, hasta el año 1950 este organismo aún no funcionaba. Fue el 9 de febrero de 1951 cuando, mediante Orden General, se publicó el pase al Cuerpo de Señales de dos oficiales superiores y 7 subalternos, de distintas armas y especialidades, para que cumplan actividades de mando en este organismo. Días más tarde, en la Orden General del 6 de abril de ese mismo año, se publicó el pase de 16 suboficiales y 22 clases, entre cabos y sargentos, a distintos repartos militares del país. Este personal correspondía a las cuatro promociones de graduados en la Escuela de Transmisiones, así como algunos especialistas entre telegrafistas y radioperadores, que habían sido dados de alta en varias dependencias del Ejército.

Con estos actos administrativos, quedó definitivamente estructurado el Cuerpo de Señales, con una Dirección General, responsable del control del personal, el material telefónico, radioeléctrico y de mantenimiento electrónico, y de las instalaciones del Sistema de Transmisiones del Ejército. Además, se adicionaron, como elementos subordinados, un núcleo central en Quito y cinco núcleos periféricos en Guayaquil, Pasaje, Loja, Cuenca y Puyo.

Para esa fecha, en el Reglamento Orgánico del Ejército se suprimieron todas las Compañías de Transmisiones de los Batallones de Ingenieros. De esta manera, la futura Arma de Transmisiones pasó a conformar repartos, con estructura propia, desligada del Arma de Ingenieros.

El 28 de enero de 1953, se emitió un Decreto Ejecutivo mediante el cual se hizo constar al personal de Transmisiones dentro de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas. En este documento, se dispuso que los miembros de esta especialidad formaran parte de las Tropas Especiales del Cuerpo de Transmisiones, como una categoría intermedia entre las armas y los servicios.

En el Reglamento Orgánico del Ejército, para 1953, se eliminó el Cuerpo de Señales. En su reemplazo, se creó la Jefatura de Transmisiones de la Comandancia General del Ejército, con la responsabilidad de dirigir la red permanente de radio del Ejército. Paralelamente, al personal de oficiales y tropa de transmisiones se le dio el pase a esa jefatura y a las distintas guarniciones militares, donde se crearon los nuevos repartos de transmisiones.

Entre los meses de abril y mayo de 1954, fueron dados de alta un total de 65 soldados, para formar la Compañía de Transmisiones Nro. 1 “CAPT. BOLÍVAR VACA”. Igualmente, se les dio el pase a este reparto a los tenientes Julio Agenor Vázquez Arízaga, Jorge Guillermo Carrillo Acosta y Gustavo Proaño Borja; a los subtenientes Gonzalo Bolívar Peña y Oswaldo Jaramillo; y a 22 Clases, entre cabos, sargentos y suboficiales. De estos últimos, 10 eran radioperadores. La Compañía estaba organizada con un Comando, una Sección Comando, un Pelotón Centro de Transmisiones, un Pelotón Alámbrico y un Pelotón Radio. La unidad fue dotada con: 8 estaciones de radio SCR-694-C, 4 estaciones AN-GRC-9, 8 estaciones portátiles PRC-10, 6 centrales telefónicas BD-72, 20 teléfonos EE-8, 80 kilómetros de alambre W-110 en carretes DR-4 y DR-5, caballetes de tendido RL-31 y 6 ejes de tendido RL-27. A fines del mes de diciembre de 1954, recibieron la orden de trasladarse a la provincia de El Oro, para incorporarse a la recién creada I División de Infantería “EL ORO”. El viaje de Quito a Guayaquil se realizó por tren; de Guayaquil a Puerto Bolívar, en un barco de cabotaje; y, luego, en vehículos, hasta el lugar de acantonamiento provisional en Buena Vista. Tan pronto como llegó a su destino, uno de los principales trabajos que realizó, en el sector de responsabilidad de la División, fue la instalación de una red telefónica con alambre galvanizado. Dicha red enlazaba el Puesto de Mando ubicado en la ciudad de Pasaje y los comandos de sus unidades subordinadas. Paralelamente, se conformó la Compañía de Trasmisiones Nro. 2 “MAYOR CARLOS CHIRIBOGA”. Esta ocupó, inicialmente, parte de las instalaciones del Grupo de Artillería Nro. 3 “MARISCAL SUCRE”; posteriormente, un sector del Batallón de Infantería Nro. 1 “VENCEDORES”. En febrero de 1955, la unidad estaba debidamente entrenada; sin embargo, debió permanecer en Quito hasta ser dotada del equipo y el material mínimo indispensable para su empleo tácticotécnico.

En el mes de agosto de ese mismo año, se trasladó a Guayaquil; se alojó en el cuartel de la Avenida de las Américas; y se integró a la III División Motorizada “GUAYAS”. Al mismo tiempo, se constituyó la Compañía de Transmisiones Nro. 3 “FELICIANO LEDESMA”, denominada Escuadrón de Transmisiones. Esta tuvo la misma organización de las dos primeras, y se integró orgánicamente a la V División de Caballería “AZUAY”.

Siguiendo la doctrina norteamericana, para el año de 1955, mediante el Reglamento Orgánico del Ejército, se crearon los Pelotones de Transmisiones a nivel Batallón o Grupo. Estaban compuestos por un Comando (subteniente o teniente de transmisiones), una escuadra centro de transmisiones, una sección alámbrica y una de radio. Este cambio determinó que a 36 soldados, pertenecientes a cada una de las tres Compañías de Transmisiones, se les dé el pase para que integraran los pelotones de transmisiones de los batallones y grupos de las distintas armas. En su reemplazo, se destinaron 36 conscriptos de otras armas. Los requerimientos de Comando y Control y el eficiente desempeño profesional de las tropas de Trasmisiones, que desde el 26 de enero de 1953 constaban en Orgánicos del Ejército como tropas especiales, motivaron que se considere la necesidad de tramitar, ante el Congreso Nacional, la creación del Arma de Transmisiones.

Es deber consignar especial reconocimiento al General de División Marcos Gándara Enríquez, quien, en el grado de Teniente Coronel, como Jefe del Tercer Departamento de Instrucción y Operaciones del Ejército, se propuso elevar el nivel de formación de los Oficiales de Transmisiones; así como la creación de la Sexta Arma del Ejército y su inclusión en el Orgánico de las Fuerzas Armadas. Es evidente la importancia de su misión y la complejidad creciente de los medios técnicos a su cargo, así como el vertiginoso avance de la electrónica, razón para la creación de esta especialidad. Cuando el General Marcos Gándara desempeñaba las funciones de Senador Funcional por las Fuerzas Armadas, en el período comprendido entre el 1 de agosto y el 10 de noviembre de 1962, tramitó la aprobación del Decreto Legislativo en el que, con fecha 31de noviembre de 1962, en el Ejército el Arma de Transmisiones, surgió la Sexta Arma del Ejército Ecuatoriano. El primer reconocimiento de Transmisiones como la Sexta Arma del Ejército se dio cuando, al crear el escudo del Ejército, se ordenó al Capt. de I. Sergio Jijón tomar como base uno de los tratados de heráldica española. El mencionado oficial realizó varios análisis, estudios e intercambios de ideas sobre la elaboración de este símbolo y determinó que se debían incluir las insignias de Fuerzas Blindadas y Transmisiones, las cuales, para esa fecha, eran las dos armas de más reciente creación. El Comandante del Ejército, Crnl. E. M. Humberto Garcés P., aprobó el contenido de este escudo tal como se había presentado y expidió la correspondiente Orden de Comando para su aplicación y ejecución.

Además, la visión institucional del Sr. Gral. Marcos Gándara Enríquez, de incorporar a las Transmisiones como la Sexta Arma del Ejército, determinó la necesidad de asegurar el desarrollo profesional de sus cuadros, por lo que el mando militar decidió que los oficiales de transmisiones se formen en el Colegio Militar “ELOY ALFARO”, con el mismo nivel de preparación intelectual y profesional que tenían los oficiales de las otras armas. Esta idea se cristalizó en 1961, con la designación de cinco cadetes del primer año militar del Colegio Militar “ELOY ALFARO”, al Arma de Transmisiones. Se creó, entonces, la respectiva sección, cuyo mando recayó en el Teniente de Transmisiones Jorge Arturo Padilla Garzón, quien tuvo el honor de ser el primer Oficial de Transmisiones. Fue el responsable no solo de instruir a los cinco cadetes seleccionados en los aspectos tácticos y técnicos de esta especialidad, sino también de crear en ellos un espíritu de cuerpo y orgullo de pertenecer a la más joven de las armas de la institución militar. Al cabo de dos años de duro entrenamiento, el 10 de agosto de 1963 se graduó la Primera Promoción de Oficiales de Arma, conformada por los subtenientes: Viteri Pinto Fernando O., Del Pino Arias Hugo R., Guerreo Narváez Galo R., Rosero Flores Hugo y Cifuentes Álvarez Nelson. En la Orden General de la Comandancia General del Ejército, del día viernes 29 de noviembre de 1963, se publicó la clasificación de los jefes y oficiales de transmisiones, que eran considerados como tropas especiales o de servicios. Con esta resolución, se confirieron despachos como Oficiales del Arma de Transmisiones a 2 oficiales en el grado de mayor, 6 capitanes y 27 tenientes que, anteriormente, pertenecían a las Tropas Especiales de Transmisiones. Paralelamente, se creó el Servicio de Trasmisiones y Electrónica, al que se incorporaron un oficial en el grado de capitán, dos tenientes y un subteniente, cuyas tareas específicas se relacionaron con el mantenimiento y el abastecimiento electrónico.

El 18 de mayo de 1964, según Decreto Nro. 993, se designó al 15 de Noviembre de cada año como el Día Clásico del Arma de Transmisiones. Esta fecha conmemora el hecho de que el Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy, en calidad de Presidente Constitucional de la Republica, puso el ejecútese al Decreto Legislativo de creación del Arma de Trasmisiones.

El progresivo desarrollo y fortalecimiento del Sistema de Comunicaciones Militares demandó la conformación de nuevos repartos en el arma. En 1960, apareció la Compañía de Transmisiones Nro. 7 “LOJA”, como un Centro de Transmisiones situado en la ciudad de Loja, integrando una fracción de personal de la Compañía de Transmisiones Nro. 1 “EL ORO”. El 6 de octubre de 1966, se creó la Compañía de Transmisiones Nro. 17. En agosto de 1968, con una fracción del Batallón de Trasmisiones Nro. 1 “RUMIÑAHUI”, se conformó el Escuadrón de Transmisiones Nro. 11.

En abril de 1978, se formó la Compañía de Comunicaciones Nro. 13, inicialmente, ubicada en Quito; en 1982, se estructuró el Escuadrón de Comunicaciones Nro. 9 y la Compañía de Comunicaciones Nro. 19. La Compañía de Transmisiones Nro. 23, como parte del Cuerpo de Ingenieros, se conformó en noviembre de 1987 y la Compañía de Transmisiones Nro. 25, en junio de ese mismo año. El 7 de octubre de 1995 apareció la Compañía de Comunicaciones Nro. 21. Todos estos repartos se formaron con la misión de establecer los enlaces necesarios entre sus respectivos Comandos de Brigada y sus Repartos Subordinados.

Estas unidades llevaron la denominación de Compañías de Transmisiones hasta el 22 de abril del año 1996, fecha en la que, mediante la Orden general Nro. 076, se cambió su nombre por Compañía de Comunicaciones. De esta manera, el arma asumió el nombre de Comunicaciones.

Ser soldado de Transmisiones es vivir y morir bajo la sombra y amor de unas banderolas, sobre las que un día se posarán moribundas nuestras últimas miradas.

Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Ingeniería

Insignia del Arma de Ingeniería y su significado

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Heráldica

Está constituida por un castillo almenado (dentado) de corte medieval; conformado por tres cuerpos o torres, de estilo gótico octogonal. La torre central es más baja que las flanqueadas (laterales), en la cual aparece la puerta central del castillo, a la que se llega mediante una gradería de tres pisos. Cada torre está unida a las otras por cuerpos menos elevados que el central. Todo el conjunto tiene una coronación (almena) rectangular que le da un toque típico de castillo o fortaleza.

La fortaleza que el castillo representa señala lo fuerte y poderosa que es nuestra gloriosa arma, en donde las fortificaciones son baluarte fundamental del Arma de Ingeniería.

Historia del Arma de Ingeniería

Las raíces de nuestra Ingeniería Militar las encontramos en los orígenes de la humanidad. Allí están presentes los soberbios monumentos y los muros secos que nuestros aborígenes construyeron con sus manos, y que fueron admirados por los conquistadores.

Los caminos y parcelas de ríos menores, los tambos y fortines, los patios y depósitos logísticos para la guerra, que, junto a los desvíos y trampas mortales de los cuales conocieron Diego de Almagro y Pedro de Alvarado, en la dimensión del gran Rumiñahui, constituyeron una ingenua pero eficaz Ingeniería.

Consolidado el poder español, el aborigen se redujo al silencio. Cuando la Colonia contaba con algunas generaciones de mestizos, la Ingeniería durmió casi tres siglos, inmersa en el Ejército Español. No obstante, sin nombre ni apellido, sin doctrinas ni objetivos definidos, cumplía sus tareas militares. De esta forma, mejoró los puertos, facilitando el paso de las tropas a través del callejón Interandino. Hizo presencia en el Ejército Español, con quien bregó 200 años al puro estilo de sus viejas tradiciones.

Con el advenimiento del 10 de Agosto de 1809, un nuevo espíritu nacional imperó en la naciente República: la decisión de auto gobernarse fue irreversible. El martirio de los próceres postergó la libertad. Bolívar y San Martín iniciaron sus operaciones desde el norte y el sur de la América Hispana, y en esas huestes patriotas multinacionales se fue perfilando el empleo de los ingenieros militares.

En 1821, el Mariscal Antonio José de Sucre, insigne oficial ingeniero de la Época Independista, estaba empeñado con sus tropas en abrir la ruta que unía la costa y el austro, hasta llegar a las breñas del Pichincha. En ese itinerario, están escritas las
mil alternativas y servicios de la Ingeniería Militar.

El 27 de Febrero de 1829, la Batalla de Tarqui constituyó la afirmación vigorosa de la Nación ecuatoriana. El Ejército nació con la Patria y en ella. Los Ingenieros Militares del Caracas y del Cauca prepararon el terreno y destruyeron un puente importante cercano a la población de Saraguro, facilitando, de esta forma, la maniobra de Sucre sobre los Batallones Peruanos Ayacucho y Nro. 8. Sucre venció en Tarqui y, al hacerlo, evitó al Perú la vergüenza y el sonrojo de seguir invadiendo la tierra de sus libertadores.

Las guerras del liberalismo, desatadas en 1895, dan noticias del empleo de Tropas de Ingenieros en el Combate de Gatazo (14 de agosto). El Ejército Constitucional organizó equipos de ingenieros, formados por el señor Gabriel García Alcázar y el Comandante Ingeniero Elías Garcés Ricaurte. Ellos, con su telémetro, midieron la distancia entre la parte elevada del pueblo de Calpi y las tropas de Alfaro, para facilitar que Artillería, comandada por Nestorio Viteri, dispare sobre las tropas alfaristas.
A lo largo de 1902, el problema limítrofe con Perú se complicó. Hubo denuncias de incursiones militares en el territorio ecuatoriano, en las poblaciones de El Oro y el Oriente. Incluso se habla de una ocupación militar en la desembocadura del Curaray.

El 8 de agosto de 1903, luego de la exposición de motivos ya comentados, del Proyecto de Ley Orgánica Militar, por parte del Mayor Luis Cabrera Negrete (el Ministro de Guerra y Marina), el General Flavio Alfaro, remitió a consideración del Congreso Nacional para su estudio y aprobación. Más tarde, el 6 de Diciembre de 1904, se creó la Columna denominada “24 DE MAYO”, con sede en la ciudad de Tulcán. Esta reemplazó al Batallón de Infantería Nro. 7 “CARCHI”, que fue trasladado a la ciudad de Cuenca. Esta Unidad de Infantería fue la simiente para la creación de la primera Unidad de Zapadores. El Presidente General Plaza, el 15 de marzo de 1905, considerando necesaria para el mayor adelanto del Ejército, creó esta unidad. De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 2º y 3º, título 1º y Tratado I del Código Militar, decretó: “Artículo único: Convierte la Columna “24 DE MAYO”, ubicada actualmente en la plaza de Tulcán, en Unidad Militar de Zapadores, que se dedicará a los estudios y trabajos inherentes a este servicio”.

Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Artillería

Insignia del Arma de Artillería y su significado

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Heráldica

Heráldicamente, los esmaltes rojo y negro son distintivos de la Artillería. El color rojo expresa la capacidad que tienen los soldados artilleros de manejar explosivos, pólvora, dinamita, detonadores, fulminantes, granadas, etc. Por su parte, el color negro representa la tozuda actitud de no ceder ni dar tregua al enemigo durante el combate. Los cañones dorados cruzados simbolizan el poder arrasador del fuego.

Este elemento ha marcado hitos de gloria y triunfo en las guerras que el soldado artillero ha desatado a lo largo de la historia.

Historia del Arma de Artillería

El Arma de Artillería ha tenido una evolución acorde con los progresos científicos y técnicos, en los campos tácticos y estratégicos. Así, su capacidad operativa se ha elevado hasta un grado máximo.

Vastas áreas de aire, mar y tierra han sido cubiertas por el fuego de proyectiles, lanzados por cañones de todo peso y calibre. De esta manera, también, las sorpresas más grandes han sido causadas por el empleo del cañón, convirtiéndolo en invalorable apoyo de otras armas.

Varias versiones existen sobre el origen de la palabra artillería. Una sostiene que proviene de un fraile llamado Juan Tillery, de donde nace la designación “Arte de Tillery”. Esta, con el paso del tiempo, se convirtió en una expresión inglesa de artillery, traducida al español como ‘artillería’. Otras encuentran el origen en el vocablo italiano artegli-gra.

La historia de la Artillería, en Ecuador, tiene sus orígenes en las postrimerías de la Época Colonial y los albores de la Independencia. Sin embargo, el factor común de esos tiempos fue la falta de definición para emplear el poco material disponible, de acuerdo con una visión táctica y operativa. Las primeras bocas de fuego que registró oficialmente la historia nacional son las emplazadas en el Golfo de Guayaquil, para, a modo de fortaleza, proteger el acceso a su puerto. Allí nació la Artillería de Fortaleza, con fortines como Las Cruces, La Concepción, San Felipe, en la costa del Pacífico, o más tarde con la colocación de piezas de bronce en el fortín de El Panecillo, en la ciudad de Quito.

Durante la época de las Guerras de la Independencia, resalta la participación de pequeñas fracciones de Artillería como parte de la denominada División Protectora de Quito. Esta tuvo una actuación honrosa en los combates de “Camino Real”, Artillería “Huachi” y “Tanizahua”. De igual forma, el gran Mariscal Antonio José de Sucre contó, entre sus filas, con una batería de Artillería. Esta, por las dificultades de desplazamiento, no participó en la gloriosa Batalla del Pichincha en 1822.

En 1852, como parte de la concepción de conformación del Ejército Nacional, el Presidente José María Urbina estableció, mediante decreto, que este se compondrá de dos Batallones de Infantería y dos Escuadrones de Caballería, apoyados por una Brigada de Artillería, en tiempos de paz.

De igual manera, el referido documento describe que esta última unidad se conformará de cuatro compañías. Junto a estas concepciones de organización se da, a finales del siglo XIX, la adquisición de los cañones Krupp de montaña y de costa, de calibres 7.5 y 8.8 pulgadas, respectivamente. Con el triunfo de la Revolución Liberal del 5 de Junio de 1895, el General Eloy Alfaro se interesó en la organización y el fortalecimiento del Ejército. Por eso, entre otras decisiones, creó la Brigada de Artillería “GUARDIA NACIONAL”. Para el 24 de agosto de ese mismo año, cambió su denominación a Batallón “BOLÍVAR”. Esta unidad sería la cuna del actual Grupo de Artillería Nro. 1 “BOLÍVAR”, que se encuentra actualmente en la provincia de El Oro. Sin embargo, durante su vida sufrió un largo peregrinaje que va desde la misma ciudad de Quito, pasando por Portovelo y Zaruma, hasta llegar a su actual destino en la ciudad de Machala.

El 27 de junio de 1902, como parte del proyecto de la Ley Orgánica del Ejército Ecuatoriano, se determinó que el Arma de Artillería podría ser de montaña, de a caballo, de costa y de fortaleza. La unidad táctica fundamental fue la batería de cuatro piezas con mulas. Y es en esta primera década del siglo pasado, con la presencia de la primera Misión Militar Chilena, que se adquirió, de la República de Chile, ocho piezas Herbardt y cuatro piezas Vickers Ma-xim, de origen alemán e inglés, respectivamente.

Todo este material, con Unidades de Artillería organizadas de acuerdo con el sistema chileno, fueron empleadas por el gobierno del General Leónidas Plaza Gutiérrez. Así se combatió la insurgencia encabezada por el General Carlos Concha en la provincia de Esmeraldas, en 1914.

En el año de 1925, el país soportó una serie de disturbios políticos que hacían peligrar la paz y la tranquilidad de la República. Sobresale la Revolución del 9 de Julio, conocida como la Revolución Juliana, fraguada por oficiales del Grupo de Artillería “BOLÍVAR”; quienes decidieron terminar con los abusos de la oligarquía que se había apoderado del poder y saqueaba, sin ningún control, los recursos públicos.

Las Unidades de Artillería, junto a otras del Ejército, se vieron envueltas en la participación de infaustas confrontaciones intestinas, a consecuencia de criminales errores de la política ecuatoriana, como la Guerra de los Cuatro Días (1932), el Combate de Tapi (1933) y el Conflicto de las Cuatro Horas, entre otros. Para esos eventos ya se contaba con el famoso cañón de montaña 65/17, de origen italiano. Los enfrentamientos antes citados tuvieron como protagonistas a los grupos “BOLÍVAR”, “CALDERÓN”, “SUCRE” y “VILLAMIL”. Estas organizaciones se constituyeron, a lo largo de nuestra historia, en los cimientos de las unidades hoy disponibles.

Durante el conflicto armado con Perú (1941), las Unidades de Artillería no disponían de los medios suficientes para su desempeño como tales. Por esto, su personal fue destinado a reforzar parte de las Unidades de Infantería. Un hecho importante, que cabe mencionar, es la participación de soldados artilleros a bordo del cañonero Calderón, que se cubrieron de gloria con dos piezas Breda de 20 mm. Estas fueron fundamentales durante el combate naval de Jambelí y la posterior derrota de la nave peruana Almirante Villar.

Desde 1956, el país inició la adquisición y posterior dotación en las Unidades de Artillería del cañón americano de 105 mm M2A2. Con este nuevo material, comenzó un largo proceso de modernización, que sería completado con las compras de armamento que se efectuaron desde 1972 hasta inicios de la década de 1980, con materiales como: el cañón autopropulsado de 155 mm F-3 de origen francés, el obús de 105 mm L14M56 italiano y el cañón auto remolcado de 155 mm M-198 americano. En esa misma época, se vio fortalecida la Artillería Antiaérea, la cual reemplazó al material de 40 mm por el sistema antiaéreo Oerlinkon, de origen suizo e italiano. En 1981, la Artillería se llenó de gloria cuando, en el Conflicto de Paquisha, el Cabo Nelson Guamaní, con su ametralladora múltiple. 50, derribó un helicóptero peruano.

Cabe mencionar que otra unidad insigne es el Regimiento “MARISCAL SUCRE”, que participó en el proceso revolucionario liberal. Inicialmente, se asentó en la ciudad de Guayaquil hasta llegar a Quito. Posteriormente, fue trasladado al Fuerte Militar “ATAHUALPA”, ubicado en Machachi. Un dato sobresaliente constituye la influencia que esta Unidad de Artillería tuvo en el nacimiento de la Escuela de Artillería.

Junto a ella, se conformó este instituto que ha sido responsable de la especialización de todo el personal del Arma de los Cañones Cruzados. De igual forma, la diversidad de materiales llevó a la creación de la Escuela de Artillería Antiaérea Conjunta, asentada en las proximidades de la Base Aérea de Taura.

Actualmente, la Artillería de Campo cuenta con nuevos materiales, como son los lanzadores de cohetes BM-21, TATRA-803 y GRAD-1P. Estas adquisiciones se realizaron a inicios de la década de 1990. Se fortaleció a las Unidades Antiaéreas con los misiles Igla.

Durante la Gesta del Alto Cenepa en 1995, las Unidades de Artillería participaron con lanzadores de cohetes BM-21 y GRAD-1P, obuses de 105 mm italianos y misiles antiaéreos Igla. Estos últimos proporcionaron seguridad al espacio aéreo. La actuación de sus soldados les valió el reconocimiento del Ejército y de todo el pueblo ecuatoriano, al infringir serias bajas en el personal y el material enemigos. Se convirtió en un elemento decisivo en el resultado final de este hecho heroico e imborrable de la memoria nacional.

Por ello la historia universal no se equivoca al decir que la “Artillería es el último argumento de los reyes.

Lunes, 25 Mayo 2020 18:52

Caballería

Insignia del Arma de Caballería Blindada

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Heráldica

La insignia del Arma de Caballería Ecuatoriana fue implantada mediante el Decreto Ejecutivo del 19 de octubre de 1927. Este, refiriéndose a la Caballería, le señala como color distintivo el azul (Art. 5) y como insignia (Art. 46), dos lanzas cruzadas, de iguales dimensiones, con sendos banderines tricolores. Estos elementos simbolizan el valor de los Lanceros del Pichincha y los Granaderos de Tarqui, que los portaron con valor en los campos de batalla. Estas lanzas se utilizaron hasta 1989.

La insignia usada por primera vez por las Fuerzas Blindadas en Ecuador fue la escarapela. Era usualmente empleada por los tanquistas norteamericanos, cuya influencia en nuestro país se dio ante la presencia del material blindado de ese origen y de sus instructores. Dicha influencia se encuentra representada por un tanque M-26, y dos sables, distintivos de la legendaria Caballería Norteamericana, sobrepuestos. Esta insignia también duró hasta 1989.

A partir de este año, frente a la decisión del Comando General del Ejército de fusionar las Armas de Caballería y Fuerzas Blindadas, se creó la nueva insignia del Arma de Caballería Blindada. Esta se encuentra integrada por el tanque M-26 de las Fuerzas Blindadas y las dos tradicionales lanzas tricolores de la Caballería Ecuatoriana. El tanque representa la movilidad, la potencia de fuego y la acción de choque; por su parte, las dos lanzas, el valor de los Lanceros del Pichincha y los Granaderos de Tarqui. El esmalte oro de su tanque simboliza nobleza, poder, Historia y Tradiciones Militares del Ejército Ecuatoriano

luz, constancia y sabiduría; y el tricolor de las lanzas, la riqueza de su tierra (amarillo), el cielo (azul), y la sangre derramada por sus héroes (rojo). Esta insignia es portada actualmente por todos los soldados de Caballería Blindada, en la solapa del uniforme.

Parche triangular del Arma de Caballería Blindada

Junto con la insignia, desde el inicio del Arma de Fuerzas Blindadas, los tanquistas ecuatorianos adoptaron un triángulo tricolor, diseñado por el caballeria trianguloEjércitox Norteamericano en 1918 y utilizado por los cuerpos de tanques de ese país. Empleaban los colores tradicionales de la Infantería (amarillo), la Caballería (azul) y la Artillería (rojo). La conjunción de los tres simbolizaban que las unidades blindadas eran las suma de las tres armas tradicionales.

Mediante el Decreto Ejecutivo Nro. 206 del 23 de septiembre de 1944, en el numeral 115, se describe la insignia de las Fuerzas Blindadas y el parche de los blindados, constituido por un triángulo equilátero de 10 centímetros por lado. Este tenía como fondo los colores de la bandera nacional, una oruga y un tubo de cañón, bordados en seda de color negro. Todo esto estaba atravesado por un rayo diagonal, bordado en seda de color rojo.

En 1989, ante la integración de las Armas de Caballería y las Fuerzas Blindadas, el parche tuvo una variación, fue reemplazado el cañón por la figura de un corcel negro. Esto tuvo vigencia hasta el año 2002 y sufrió un nuevo cambio: quedó constituido por un triángulo equilátero de 10 centímetros por lado. Además, utilizó como fondo los colores de la bandera nacional (amarillo, azul y rojo), con cuatro blasones que significan:

El corcel, la caballería.
La oruga, movilidad.
El cañón, potencia de fuego.
El rayo, la acción de choque.


Historia del Arma de Caballería Blindada

Para hablar de la Caballería Blindada es necesario hacer un breve recorrido por su evolución histórica en el mundo. Además, es fundamental considerar su desarrollo en nuestro Ejército, como factor de poder dentro de la estructura del Estado.

Con el devenir del tiempo, los comandantes se vieron en la necesidad de contar con tropas móviles y flexibles, con capacidad de arrollamiento físico y psicológico, que les permitieran obtener una inmediata superioridad sobre el adversario. Para efectivizar esta nueva táctica como innovación bélica, se utilizó el caballo. A partir de entonces, se registraron éxitos y victorias decisivos para los grandes capitanes y comandantes.

Gran parte de la historia de nuestra Patria se forjó sobre el lomo del caballo, durante la conquista por parte de los españoles. Esta especie constituyó una sorpresa y espanto para nuestros aborígenes, quienes llegaron a considerar al jinete y el caballo como un ser monolítico, monstruoso e invencible. Fue tan grande el impacto psicológico que huían despavoridos.

Más tarde, con los desacuerdos entre los conquistadores, Gonzalo Pizarro se declaró líder de los encomenderos. La victoria más importante fue en la Batalla de Iñaquito, donde triunfó sobre las tropas de Virrey del Perú. Sus escuadrones de Caballería fueron comandados por el propio Pizarro y por Pedro de Puelles.

En 1542, cuando el Virreinato del Perú implantó el impuesto a las Alcabalas, los quiteños, al mando de Pedro Zorrilla, organizaron un fuerte Ejército. Este contaba con poderosas fuerzas de Caballería, que a la postre serían el factor desequilibrante en la victoria durante esa histórica revolución.

También, es necesario recordar que, durante los episodios del 8 y 9 de Octubre de 1820, el entonces Capitán de Caballería Luis Urdaneta, al mando de 25 hombres del Batallón “Granaderos”, fue quien determinó el éxito de estas fuerzas independentistas. Luchó anular el poder militar español en Guayaquil y lo consiguió. De las amplias llanuras y del sofocante calor tropical, a los fríos senderos de la cordillera de los Andes, trepidaba la tierra bajo el paso bizarro de los Escuadrones de Caballería en los campos de batalla. En Boyacá, Carabobo, Tapi, Pichincha, Junín, Ayacucho, Chacabuco y en Maipú, se cubrieron de honor, cual centauros mitológicos, galopando con la bandera de la libertad por la justa causa americana.

La Caballería nos legó la libertad y consolidó la Independencia de los territorios que hoy llevan el nombre de Ecuador. Sus jinetes, sobre el lomo de los corceles, galoparon, desde el inicio de la epopeya independentista, por los campos de Cone, Yaguachi, Huachi, Verdeloma, Tanizagua y Camino Real. La sangre de los “Granaderos a caballo de San Martín” irrigó los campos de Tapi en esa homérica batalla. En las alturas del Pichincha, la bravura de los “Dragones”, los “Sables” y los “Lanceros” de las huestes patriotas nos liberó del yugo español. Luego, se constituyeron en la base sólida de una excelsa legión de soldados, que más tarde integrarían el Ejército de la nueva República.

En 1821, el General Antonio José de Sucre llegó a la península de Santa Elena y organizó sus fuerzas en base a los escuadrones Dragones de Caballería, Guías y al Batallón de Caballería Mires. Estos contribuyeron al éxito en la Batalla de Pichincha, pues jugaron un papel determinante al derrotar a la columna española entre Cone y Yaguachi. Alcanzaron la victoria total el 19 de agosto de 1821. Luego, el 21 de abril de 1822, en las llanuras de Tapi, cerca de Riobamba, los Escuadrones de Granaderos, al mando del General Lavalle, alcanzaron el triunfo que abrieron las puertas para Pichincha y la libertad de la Patria. Este gesto heroico, por demás conocido, se dio gracias a la conducción del General Antonio José de Sucre.

Durante la Gran Colombia, la Caballería nuevamente se cubrió de gloria, esta vez en la Batalla de Tarqui, donde los Escuadrones Cedeño, Segundo, Tercero y Cuarto de Húsares, Granaderos a Caballo, Dragones del Istmo y Yaguachi, permitieron que el Ejército Gran Colombiano liquide, con sangre y fuego, la osadía enemiga de invadir la tierra de sus libertadores. Con este hecho, se perennizó en la historia la legendaria acción de los “20 Bravos del Yaguachi”.

En los inicios de la República, entre 1830 y 1843, la Caballería brilló por su valor en la Revolución de Quito Libre, la cual culminó en la famosa Batalla de Miñarica. Allí, la Caballería Floreana realizó una verdadera carnicería y exterminó al Ejército Restaurador, bajo las órdenes del General Isidro Barriga.

En las Guerras Alfaristas, entre liberales y conservadores, los repartos de Caballería combatieron en diferentes acciones de armas, en San José de Chimbo, El Molino y Gatazo, una vez más. De esta manera, pusieron su sello de victoria, con la actuación valerosa de los grupos Cazadores de Los Ríos y Yaguachi.

Bravía y romántica es la Caballería Ecuatoriana. El servicio a la República constituye su mística; el procerato de la lealtad reside en ella. Cuando Ecuador, dormido en los laureles de Tarqui, despertó atónito en el drama de 1941, aun en ese cuadro de impotencia, la Caballería salvó el honor del Ejército Ecuatoriano.

Los hechos hasta aquí narrados acreditan una rica tradición militar, que caracteriza a los hombres de bota y espuela en todos los confines del Ecuador. Las siguientes unidades hicieron historia en nuestro Ejército, por lo que perduran en nuestras mentes y corazones: “CAZADORES DE CHONE”, “ALAJUELA”, “TENIENTE ORTIZ”, “YAGUACHI”, “GENERAL DÁVALOS”, “FEBRES CORDERO” y “CAZADORES DE LOS RÍOS”. Estas Unidades de Caballería, desde el inicio de la República hasta el presente siglo, contribuyeron con la paz, la seguridad interna y externa de la Nación, y preservaron su soberanía. Sin duda, han perdurado en el tiempo y lo seguirán haciendo.

En 1941, la actuación heroica del Grupo de Caballería “FEBRES CORDERO”, en Panupali, impidió la progresión del enemigo hacia Loja y Cuenca. De igual forma, elementos de Caballería del “YAGUACHI”, en Porotillo, aniquilaron la vanguardia enemiga. De esta manera, cortaron toda posibilidad de avance hacia el Austro. Destacaron heroicamente el Capitán Moisés Oliva, los Tenientes Leónidas Plaza y Alfredo Zurita, el Subteniente Manuel Pinto, el Cabo Tipantuña, el Conscripto Flores y otros héroes que pasaron a la inmortalidad.

En el año 1917, apareció un nuevo ingenio bélico en el campo de batalla, que aumentó la movilidad y dio una nueva dimensión al arte militar: el vehículo blindado, llamado tanque de guerra. Su característica principal es la capacidad de fuego, blindaje de protección y acción de choque. Este nuevo avance tecnológico de la industria bélica dio mayor movilidad y dinamismo a los conflictos militares. Así, la Caballería tuvo que adaptarse a los nuevos medios. Por lo que la mortífera arma, el tanque de guerra, fue escogido como el relevo del caballo y de los bizarros y valientes jinetes de la Caballería tradicional.

Durante la Segunda Guerra Mundial, entre febrero y marzo de 1942, llegaron al país los tanques Marmon Harrington. Estos fueron comprados a Estados Unidos y desembarcados en la ciudad de Guayaquil. Por vía férrea, fueron trasladados a la ciudad de Quito, específicamente, al Colegio Militar de ese entonces.

Estos tanques pasaron a formar parte del Grupo “YAGUACHI”, ubicado en La Magdalena. Allí se realizó el primer curso con oficiales, el cual duró desde marzo hasta agosto de 1942 y se llamó curso de “Caballería Mecanizada”. Su jefe fue el Sr. Capitán Reinaldo Vera Donoso. Las prácticas se las realizaba en el actual barrio Santa Ana; las pruebas de carretera se ejecutaban desde Chillogallo hasta Lloa; y el tiro se ensayaba en las faldas del cerro Ungüí. De esta forma nació el Escuadrón Escuela de Tanques Nro. 1.

En el mes de abril de 1947, se creó la Escuela de Tanques y el Escuadrón de Reconocimiento Mecanizado Nro. 3 “AZUAY”, bajo el mando del Señor Mayor Jorge Gortaire V, en San Antonio de Playas. Posteriormente, destacaron unidades menores a Tenguel y La Avanzada, y se organizó el Grupo “SARAGURO”. Finalmente, en mayo de 1974, se creó la Brigada Blindada Nro. 1 “GALÁPAGOS”, con sede en Riobamba, según orden de Comando Nro. 004-III-C-974 del 27 de marzo de 1974. Años más tarde, esta pasó a llamarse Brigada de Caballería Blindada Nro. 11 “GALÁPAGOS”.

El Ejército, ante la necesidad de integrar las Armas de Caballería y Fuerzas Blindadas, decidió fusionarlas y formar una sola. Esta idea se materializó en la orden de Comando General Nro. 011-985 del 25 de agosto de 1985. El 29 de agosto de ese mismo año se dispuso dicha fusión bajo el nombre de “Caballería Blindada”.

En abril de 1989, según la Resolución Ministerial Nro. 027, artículo 7, se autorizó la unión, basándose en la ya emitida en el año 1985. También, se tomó en consideración al orgánico para los años 1987-1992, en el cual se consideraba una nueva organización de los pelotones de tanques. Ante la iniciativa e interés del Comando de la 11 B. C. B “GALÁPAGOS”, renació la idea de materializar los grupos de Caballería Blindada.

Desde ese año hasta la actualidad, la Caballería Blindada sigue siendo un arma fundamental dentro de la organización y la estructura del Ejército. Cuenta con personal técnicamente capacitado para desempeñarse de manera efectiva y eficaz en el cumplimiento de la misión que le sea encomendada.

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Misión

La Fuerza Terrestre desarrolla el poder militar, para la planificación y conducción de las operaciones en el espacio terrestre, contribuyendo en la defensa de la soberanía e integridad territorial, apoyando a la seguridad integral del Estado, al desarrollo nacional y a la paz regional y mundial.

Visión

Al 2033 ser una Fuerza Terrestre disuasiva, con características multimisión, con personal polivalente y medios multipropósito; promoviendo de forma permanente los principios, los valores y el comprometimiento con la sociedad, observando el respeto a los derechos humanos y garantías de los ciudadanos, contribuyendo a la integración, defensa, seguridad del Estado y posicionada en la cooperación internacional para el mantenimiento de la paz.