Cultura paracaidista
Los principios, valores, virtudes y tradiciones son, en el hombre, el sostén de su pensamiento y de su acción. En otras palabras, el comportamiento humano es producto de su voluntad, de la fuerza de su espíritu y de su capacidad corporal y técnica. Si eso decimos del hombre en general, en el soldado paracaidista estos preceptos constituyen el eje transversal y axiológico de su formación y perfeccionamiento, en aras de convertirse en el mejor combatiente.
Las tradiciones paracaidistas son consecuencia de vocaciones, convicciones, vivencias y lecciones aprendidas, enseñadas y practicadas. Ellas fortalecen su identidad y afianzan el espíritu de cuerpo. Nacieron en los tiempos libres, después de la instrucción, originales muchas, adecuadas otras, pero todas con sin igual acogida entre los miembros de las Unidades del Ejército. Estos soldados de mirada serena no han claudicado ni lo harán ante las nuevas amenazas, por ello es correcto mostrar una de sus principales fortalezas internas: sus tradiciones que son parte de su cultura.
La identidad del paracaidista y su riqueza espiritual están inmersas en casi todas las Unidades Militares Ecuatorianas. Es el producto de un accionar permanente de los soldados que, habiendo entrado en nuestra casa, salieron por la puerta grande, graduados con insignias nuevas en su pecho y afincada en su mente una mayor devoción cívica. Estos soldados paracaidistas hicieron honor al juramento de defender
a este país, cuando en 1981 y 1995 lucharon para vencer, gracias a su formación y su mística profesional.
Cobijados por todo lo ceremonial que implica el rito mundial de la Legión de la Vieja Calavera, han edificado y perennizado todo lo que atañe a esta espiritualidad, símbolo de abnegación, renunciamiento y entrega total a una causa noble. Incluso, han llegado al sacrificio, a la usanza de las antiguas órdenes religiosas y militares.
Historia de la Brigada de Fuerzas Especiales
El 29 de octubre de 1956, se inició el paracaidismo militar en Ecuador y, desde ese día, han transcurrido varias décadas. Todo se ha realizado con el generoso aporte de los Soldados de la Boina Roja, con acciones ejemplares de patriotismo, orgullo institucional y profundo amor a su pueblo.
La leyenda del paracaidismo irrumpe en el acontecer nacional gracias a la fuerza y al empuje de un visionario, en ese entonces, el Capitán Alejandro Romo Escobar, a quien, con gloria y orgullo, se lo conoce como “El Pionero” y también, con cariño, se le dice “Papá Romo”. Él, junto a su destacamento de 7 oficiales y 28 voluntarios, emprendieron la gran aventura de volar por el firmamento ecuatoriano. A partir de esta fecha inmortal, se abrieron las puertas de los aviones para que todos los soldados de espíritu indomable puedan saltar y cumplir con la misión más noble: engrandecer al Ecuador.
La experiencia militar de los instructores del Ejército de Estados Unidos de América, liderados por el Sargento James Roger, materializaron la idea y cristalizaron los sueños. La selección de los alumnos y la rigurosidad del entrenamiento fueron justificadas con el salto a la gloria y el camino a la inmortalidad de todos los pioneros, desde aquel avión C-47 Nro. 505, que antaño surcó sobre las nubes. Recordamos las cúpulas del paracaídas T7-A, que siempre estarán volando con el espíritu de estos 35 soldados y los Salitrales de Muey en Salinas, provincia del Guayas, que acogieron gustosos las primeras rodadas, dejando huellas imborrables en el corazón de los pioneros y de quienes presenciaron este magno acontecimiento. Este evento fue la simiente más fecunda para el desarrollo y el fortalecimiento institucional del Ejército y las Fuerzas Armadas.
En 1957, se desarrolló el Primer Curso de Comandos con 45 valientes soldados, con una duración de 20 semanas. Este fue desarrollado por el Teniente Cristóbal Navas Almeida, luego de haberse capacitado en Estados Unidos como Ranger.
Desde entonces, las nuevas generaciones continúan el legado de mantener vivo el compromiso de defender la soberanía del Ecuador. Este curso es el más riesgoso y exigente en el aprendizaje de técnicas, tácticas y procedimientos para el combate especial.
Posteriormente, con gran visión futurista y sentido de Patria, el Alto Mando Militar de ese entonces hizo que el Cuerpo de Paracaidistas se organice con más elementos y se capaciten en otras especialidades afines a las amenazas y los factores de riesgo existentes en el país. Así, se conformó el Destacamento de Fuerzas Especiales, luego, el Grupo Escuela de Fuerzas Especiales y, finalmente, la gloriosa y victoriosa Brigada de Fuerzas Especiales.
Mediante Orden General del Ejército Nro. 001-III-C de fecha 13 de febrero de 1975, se resolvió: “Crear la Brigada de Fuerzas Especiales Nro. 1 con sus respectivas unidades subordinadas, con sede temporalmente en la Plaza de Quito; posteriormente, el Campo Militar a construirse en el cantón Sangolquí (Rumiñahui), a excepción del Grupo de Fuerzas Especiales Nro. 2, que tendrá como sede la ciudad de Quevedo, organizada con la función de los Escuadrones de Fuerzas Especiales Nro. 1, 2 y 3”. Posteriormente, en 1987, por orden de la Comandancia General del Ejército, pasó a denominarse Brigada de Fuerzas Especiales Nro. 9 “PATRIA”, nombre que lleva hasta la actualidad.
Tradiciones paracaidistas, aquellas transmitidas de generación en generación y de boca en boca. Aquellas que salieron del diálogo fraterno en el casino. Aquellas que salieron a la luz y al calor de la fogata, en la mitad del vivaque, cuando al árbol se arrimó el fusil para tomar la guitarra. Alma y núcleo contagioso que fomenta el espíritu de cuerpo. Camaradas acuñados en la simpática moneda, pero siempre listos al llamado de la Patria.
General Juan Francisco Donoso Game.